Por Equipo Katártiko
El polvo aún flota en el aire como un eco tangible de lo vivido en la última 32.ª edición de Monegros Festival el pasado fin de semana, en el que Katársis Electrónika estuvo presente por segunda vez consecutiva y se dio el gusto de disfrutar nuevamente de 22 horas de música electrónika sin parar.
Las pisadas de 50.000 almas han dejado una huella más profunda que la que marcan sobre la arena. Durante 22 horas ininterrumpidas, el desierto volvió a latir con fuerza propia, convertido en una ciudad efímera donde la música, la comunión colectiva y la resistencia se fundieron en un ritual inolvidable.
A las puertas del amanecer, cuando el cuerpo pedía tregua, pero el alma quería más, Indira Paganotto tomó el mando de los platos y de la historia: se convirtió en la primera mujer española en cerrar el festival. Lo hizo con un set emocional y poderoso, un manifiesto sonoro que selló una edición que ya es parte del imaginario colectivo de la electrónica mundial.
La jornada arrancó con la potencia de Joseph Capriati y su sesión de apertura, marcando el tono de lo que sería un viaje sin pausas. A lo largo de 13 escenarios, más de 150 artistas trazaron rutas musicales que iban desde el techno industrial más crudo hasta paisajes sonoros de house, drum & bass y reggae. Entre las novedades destacaron el Duna Stage by Brunch Electronik, que ofreció una experiencia más íntima, y Unreal, un escenario distópico para los amantes del techno oscuro.
Uno de los momentos más intensos llegó en el escenario Industry City, donde el b2b entre Adrian Mills y Andrés Campo desató una ola de energía que convirtió al público en un solo cuerpo vibrante. A esto se sumaron las presentaciones explosivas de Pendulum, Rudimental, Richie Hawtin, Fatima Hajji y Paco Osuna, tod@s parte de un cartel que abrazó lo clásico, lo experimental y lo visceral.
“Esto no es solo un festival, es legado, es romper límites”, afirmó Cruz Arnau, cofundadora del evento, aún emocionada tras el cierre. Para Juan Arnau Jr., la edición 2025 ha sido “presente y futuro a la vez”, una apuesta clara por formatos nuevos, talentos emergentes y una comunidad global.
En el plano técnico, el despliegue fue titánico: 4.000 trabajadores, entre seguridad, técnicos, camareros y personal sanitario; 14.000 vehículos, 275 autobuses, mejoras en logística, hidratación, descanso y accesibilidad. Pero el alma de Monegros sigue siendo salvaje. No hay pulidos excesivos ni brillos artificiales, solo polvo, beats y verdad.
El compromiso ambiental también tuvo un papel central. Con Repsol como partner energético, el festival utilizó combustible 100% renovable, apostó por materiales reutilizados, transporte colectivo, menús locales y opciones plant-based. No hubo discursos grandilocuentes, solo acciones concretas para dejar menos huella en el desierto que tanto los acoge.
Al final, cuando el sol ya no quema y la música se desvanece, queda el recuerdo. Uno que no cabe en redes ni en vídeos. Monegros Desert Festival 2025 no fue solo una celebración, fue un acto de fe electrónica. Una vez más, el desierto habló. Y todos escuchamos.
Fuente fotográficas: Monegros Festival.